martes, 8 de junio de 2010

Fases y proceso I


Dentro de este tiempo he querido distinguir varias fases que comprenden mi comportamiento tras la ruptura emocional.

Se puede decir que el luto o duelo tras la pena amorosa lo comprende todo, pero he querido especificar más.

La primera fase simboliza la negación ante el desastre que acontece. La vida se desmorona, la sucesión de soleadas mañanas que parecía el amor se nublan. De pronto, la ausencia se hace patente y hay una toma de conciencia de que uno ha de enfrentarse solo a las próximas circunstancias. Es preferible no pensar en ello, negarlo, hacer como si no hubiese ocurrido nunca, cancelarlo directamente, enviar toda la información reciente a la papelera de reciclaje.

La mente humana funciona como un disco duro ante traumas o información mal procesada. Lo que no interesa, se elimina, y lo que hace daño también, pues puede contaminar otra información importante. Los traumas funcionan como virus. La diferencia es que dependiendo de lo maligno que sea el trauma, la mente lo procesa y elimina con mayor o menor lentitud. Ante shocks traumáticos muy fuertes (accidentes, atentados, abusos sexuales, violencia extrema) la mente funciona con la suficiente rapidez como para eliminar el recuerdo, o al menos enterrarlo, dejando los menores rastros posibles. Ante penas o disgustos menos graves que provocan un sufrimiento moderado, la memoria lo procesa con mayor lentitud, dando a entender que este dolor puede ser útil para el aprendizaje posterior.

Así pues, yo decidí cancelar esta información recibida en mis cuarenta días de relación.

Al mismo tiempo, con esta cancelación se me presentaba un problema mucho mayor: recuperar mi propia vida. Hacer que lo que había compartido con esa persona, pero ya conocía previamente, no fuera borrado ni contaminado por su recuerdo. Decidí pues hacer la terapia que yo misma bauticé como “recuperación de espacios”. Todos los sitios que había frecuentado con esta persona ahora tenían un significado diferente. Yo quería volver a recuperarlos como míos, porque los conocía antes de estar con él. Así bien, me negué a quedarme en mi casa evitando pasar por los lugares antes citados, sino que decidí reivindicarlos, y ver si a fuerza de verlos en soledad, podía crear un recuerdo diferente y nuevo de ellos. Igualmente hice con canciones que escuchábamos juntos, pues eran canciones que yo conocía previamente, y las letras me decían cosas distintas.

La estrategia fue acudir a estos lugares vestida con un vestido azul, el mismo que llevaba en el primer encuentro que tuve al volver a Madrid. Es un vestido que me compré en Venecia, pero desde el inicio de la relación se había convertido en “su vestido”, por el recuerdo afectivo que generaba en ambos. Pedí a una amiga que me fotografiara por una serie de lugares en los que habíamos estado, tanto al comienzo como al final del romance, trazando así un recorrido lineal por la ciudad. En todas las fotografías me muestro de espaldas al objetivo, como verdadera actitud de negación.

Añado, además, una serie de frases y textos que pertenecen a canciones, así como a pensamientos que esos momentos me generaban (hay que tener en cuenta que esta sesión está realizada bastante después de la ruptura para ilustrar el estado de ánimo en el que me encontraba, así que más bien es como una actuación o un simulacro. No es un diario a tiempo real, sino una reconstrucción de lo ocurrido).

La segunda fase es la de aceptación de los hechos, y vino a darse cinco días después de la ruptura. Tardeo o temprano esta fase, que es la más temida, siempre llega. Se trata de una toma de conciencia del dolor. Se dio tras un encuentro fortuito por la calle con esta persona, y fue entonces cuando la angustia estalló, asimismo el sentimiento de pérdida.

La frase que puede resumir este período es “Te has ido, pero yo he decidido desaparecer”. Aquí es cuando la frase del título cobra mayor sentido irónico. Yo no quiero que él y yo seamos amigos, porque esa supuesta amistad contamina mi visión de los hechos.

La estrategia empleada aquí es la más costosa, pues se trata de una fase bastante caótica, llena de pensamientos y sentimientos mezclados. Al aceptar que hay una ruptura, hay dolor, y el dolor es irracional.

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